domingo, 30 de diciembre de 2012

Los coleccionables


   Siento deciros que sí, que efectivamente, se acaba el verano. Pero no lo digo porque la gente vaya volviendo de su lugar de veraneo, o porque los días vayan siendo más cortos y anochezca antes, ni porque en los centros comerciales hayan hecho sitio al material escolar y a los libros del cole de los críos (esos que antes reutilizábamos usados de hermanos o primos mayores, porque ni la lengua, ni las matemáticas ni la historia cambiaban, pero que ahora hay que cambiar todos los años porque los verbos, complementos directos e indirectos, fracciones, ecuaciones y la reconquista de España cambian y evolucionan que es una barbaridad…) Lo digo porque hay un hecho que indica de manera irreversible que el verano se acaba: COMIENZAN LOS ANUNCIOS DE COLECCIONABLES Y FASCÍCULOS EN LA TELE.
   Y es que, ¿quién no se ha comprado alguna vez el primer fascículo de un coleccionable? Ese primer fascículo que por un precio irrisorio te regala, junto con la primera entrega del producto, el estante para colocarlo y un descuento para comprar la segunda y tercera entrega (que no se por qué, siempre van juntas, debe ser que todos los trabajadores de los departamentos de marketing de las editoriales que venden fascículos estudiaron en el mismo sitio y fueron todos a clase el día que se daba cómo vender algo por fascículos…)
   En lo referente a los coleccionables podemos encontrar casi de todo: dedales del mundo, abanicos de grandes diseñadores (que luego utilizarán en sus desfiles de la Fashion Week…), las miniaturas de las motos de Valentino Rossi, relojes de cuerda del mundo, muñecas de porcelana (esas que como las tengas en la habitación acabas tapando con un trapo, porque acojonan igual que el muñeco payaso de “Poltergeist”, con esos ojos que según vas pasando te siguen con la mirada),… además de los cómics de actualidad (“El capitán Trueno”, “El guerrero del antifaz”, “Roberto Alcázar y Pedrín”- este sí que es un nombre para un comic, y no “Spiderman” o “X-Men”-) y los libros más de actualidad (las obras completas de Agatha Christie) junto a las grandes obras de la novela romántica. Y para los niños, los tebeos con las historias de “Marco”, “Heidi” o “La abeja Maya”, esos libros que en el lomo tienen un dibujo que hace que todos juntos y ordenados aparezca una imagen del susodicho personaje, y que los padres sitúan orgullosos en su estantería de diseño del salón que queda bien por el forro los cojones…
   Y luego están los fascículos, ese mundo en el que te van dando ovillitos de lana para que en cincuenta semanas te hagas una bufanda, que acabarás justo para el verano siguiente, no sea que en una noche de fresquito en la playa te resfríes; o te van dando ladrillitos poco a poco para que construyas una iglesia románica, que es tan fiel que tardas lo mismo que lo que tardaron en la Edad Media en hacerla, porque pagas y pagas fascículos y nunca se acaban (verás cuando hagan la miniatura de la Sagrada Familia, no quiero saber cómo lo van a hacer, empiezas tú la construcción y la acaban tus nietos, menuda herencia); o la colección de minerales, que en el primer fascículo te dan una pepita de oro por un euro, que vas al kiosco a por el fasciculito de marras y está agotado, los han comprado todos los de las tiendas de Compro Oro…
   En fin, voy a bajar al kiosco, que creo que han sacado una colección nueva para restaurar imágenes en iglesias. El primer fascículo es “El Ecce Homo”, y de regalo viene un pincel y un bote de tempera “Pelikan”

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